Hay algo que siempre puntualizo y que las personas no dejan de sorprendenderse cuando lo digo, llevo muchos años luchando contra el castrismo, cárcel incluida, y jamás me he gastado en retórica contra el comunismo.
Creo que el comunismo puede haber existido, de alguna forma, en alguna parte, es obvio que el susodicho o el remedo de tal existió en la Unión Soviética y produjo decenas de millones de asesinatos, y una cifra mayor de otros desmadres, pero lo de Cuba no ha sido comunismo, ha sido algo, si es posible, cien veces peor, ha sido la tiranía personal del asesino y connotado mentiroso Fidel Castro, adobada con cuanto pretexto ideológico totalitario ha necesitado, para apabullar sin escrúpulos al pueblo de Cuba, para hacer su voluntad surreal, endemoniada, mefistofélica.
Hay que recordar que ese estornudo demoníaco, el tirano Castro, convirtió a Cuba en el único país del mundo en donde un extranjero vale muchas, pero muchas veces más que un nacional, en donde los niños sueñan con ser en un futuro nada menos que extranjeros.
Ese engendro no parido (no tiene madre) ha sido junto con Valeriano Weyler quien más ha odiado a nuestro pueblo.
Si el nazismo o el fascismo hubieran ganado la segunda guerra mundial, ese penco infame se habría declarado nazi o fascista, seguidor de Benito y de Adolfo (había leído más de teoría del golpe de estado, de Mussolini y de Hitler, que de Marx y Lenin).
Y para colmo, dicha voluntad asesina y liberticida se volcó en la destrucción de un país que estaba entre los más avanzados del mundo, por delante de varios países europeos (tengo varios trabajos que lo demuestran) en 1958.
El tirano Castro, ese miserable engendro humanoide, será recordado por las personas que asesinó y por las vidas y haciendas que destruyó, por lo cobarde y lo mentiroso que fue, y por lo que odió al pueblo de Cuba.
Que el demonio se lo lleve al infierno y lo tenga consigo en el purgatorio por los siglos de los siglos, hasta el final de los tiempos.