Por Dr. Octavio Dilewis Ibarra-Tamayo
Ya he divulgado en forma general la respuesta que es sólo para ti, sin poner tu nombre pero a sabiendas de que eres la única dueña de esa expresión de mi subconciente, de mi ser, y estaría dispuesto a demostrarte toda la energía que soy capaz de rendir a tu cautivadora imagen, escribiendo a mano este mensaje y pegándolo en cada poste del alumbrado, y en cada árbol del barrio y la ciudad donde vives, donde está tu morada tesoro, pero no quiero ir más allá del lugar al cual me permitas llegar.
Sí, tengo la suficiente seguridad acerca de mi mismo para saber que no hay muro que yo no pueda derribar, con el apoyo, el soporte y la bendición de mi CREADOR, sé que soy y seré capaz de conquistar tu espacio, tu alma, sé que la tenacidad, la audacia, la firmeza, la confianza en que seré exitoso, son dotes que me regaló abundantemente mi Dios Infinito y Todopoderoso, pero jamás abusaré de la fuerza de mi personalidad, ni tomaré ventaja de la experiencia y las "mañas" para seducir.
Eso lo hacía cuando era un jovencito; que el hecho de yo usar una melena por los hombros le gustaba a las chicas, pues ahí iba yo a convertirme en un melenudo para conquistar la mayor cantidad de corazones posible; que cantar las volvía locas, pues hecho, cantaba con fuerza abrumadora las baladas más populares de la época; que tocar guitarra le aumentaba un poco más le seducción a mi "performance", pues a aprender guitarra hasta que me sangraran los dedos.
Los caballeros no tenemos memoria, se dice por aquello de no cometer indiscreciones hablando de las féminas con las cuales uno ha tenido el privilegio de disfrutar una relación en el pasado. Voy a hacer una excepción cuidadosa a esa regla, que yo también respeto, porque fue hermoso.
Mi adoración de las hembras siempre ha sido mi flanco débil; y de conquistador muchas veces terminé conquistado. En medio de un vertiginoso despliegue de inmadurez sentimental, en la universidad, en donde pretendía convertirme en el Rey de Corazones, a pesar de no estar entre los más bonitos, aunque creo que sí entre los atractivos porque era, y soy, alto, con venas gruesas y sensuales en los brazos (sensuales para las chicas de la época y que, a propósito, no sé a dónde fueron a parar, quizás al mismo lugar en donde terminaron los músculos de Arnold Schwarzenegger) y con estampa de tipo duro, y ya comenzaba a salir de mi timidez y a desarrollar el don de la palabra (muelero le decían en mi isla), repito, en medio de un vertiginoso despliegue de inmadurez sentimental por mi parte, apareció Odalys, una bellísima estudiante de Arquitectura de 18 años, intenté conquistarla y me conquistó ella a mi, la amé. Recuerdo que para la primera cita creo que se cepilló los dientes como tres veces con crema dental mentolada y cuando la estreché y la besé, sentí que temblaba todo su divino cuerpo entre mis brazos; aquello me pareció tan tierno que caí fulminado, rendido a sus pies, y la convertí en mi majestad, en mi reina.
Fue hermoso, resultó la primera vez que floté en el aire, sólo había sentido algo parecido, pero nunca de ese tamaño, como dos años antes, tumbado en la arena, en una pendiente, al lado de los ojos grises más preciosos que había disfrutado hasta ese entonces.
Hay tantas cosas que se me quedaron pendientes en la carrera de la vida. Muchas veces habría querido dar más de mi, entregar más de mi espiritu a damas adorables que se lo merecian y no fue posible por circunstancias de la vida, por mal entendidos, y hasta a veces por inmadura arrogancia de mi parte.
Cosas de la vida, una chica preciosa, alta, casi de mi tamaño (seis pies y algo) y con una silueta abrumadoramente seductora, Gladys, que se sentaba a mi lado en la clase, era sólo mi amiga, sólo podía ser mi amiga porque yo estaba enamorado de Odalys, y estaba entregado a ella en cuerpo y alma, Gladys, acostumbraba a tomarme de la mano, poner mi brazo derecho encima de sus hombros, y rodear mi espalda con su brazo izquierdo, a veces, chocaba su frente con la mia, y eso lo hacía en cualquier parte, de pronto, sin lógica alguna, quizás como una manera de expresarme su afecto...
No le quites de encima los ojos a esa escena que me hace recordar al surrealismo del cine italiano. Todavía no sé si fue una de aquellas muestras de afecto de Gladys hacia mi, ni cuando, ni en que lugar específico, pero tengo entendido que Odalys creyó que le mentí cuando le dije que mi alma sólo le pertenecía a ella, creyó que yo había fallado al no hacerle honor a aquel pacto sagrado, y por mucho que me volqué en espíritu sobre ella no logré sacarle la duda y el dolor de su alma. Tal vez no tuve la suficiente paciencia, ni la tenacidad con la que cuento hoy, me duele que eso me haya quedado pendiente y todavía, después de más de treinta años, siento que me perdí muchas, tantas oportunidades de tocar el cielo junto a ella.
Con el corazón roto y desorientado andaba cuando apareció el rostro bello, adorable, de una estudiante de ingeniería química de 18 años, Belkis, presidido por aquellos inmensos ojos verdeazules, tiempo tuvo que pasar de todos modos para que yo pudiera recupararme de la abrumadora fractura del alma que me dejó Odalys; con Belkis me casé, fue mi primera esposa formal, de matrimonio con jueces y testigos, pero esa es otra historia...
No se trata esta vez de conquistar y poner una más en mi libro, ya hace tiempo que dejé atrás esa expresión de inmadurez. Lo voy a repetir, hace muchos años que soy monógamo en serie, ello implica que sólo amo y rindo homenaje, del especial, del único, a una hembra a la vez, mientras dure, y siempre aspiro a que dure mucho tiempo, y busco construir sincera y serenamente una relación que sea pura interacción de espíritus, de libertad plena para ambos, que los estrechamientos y el enlace, de brazos, piernas, de cuerpos, sólo sean expresión de entrega mutua, nunca rejas, nunca asfixia.
Te respeto mucho, profundamente, por ello sólo te ofreceré lo que soy capaz de hacer por tu amor, y serás tu la única que decida hasta donde puedo llegar y si, Dios mediante, con sólo un guiño, recibo tu señal de brazos abiertos para aproximarme a ti, mi Diosa adorada, preciosa, divina, para que puedas notar cuanto amor eres capaz de generar en mi, cuanta emanación sincera del alma, cuan excepcional es la energía y los sentimientos que te puedo entregar a ti, mi preciosa Majestad, mi adorable Diosa bajada del Olimpo.
No pude responderte directamente tu why?, ¿por qué?, me sentiría bendecido si por esta vía pudiera llegar a ti, y someter a tu buen juicio, a tus sentimientos, limpios de todo excepto de la más pura expresión de tu espíritu profundo, maravilloso, lo que brota limpiamente de mi subconciente, lo que tengo almacenado en él, lo que siento.
Siempre he tenido parejas al menos diez años más jóvenes que yo, pero me muero del susto al dirigirme a ti; sí, ando asustado porque, aunque todavía me queda una década para ser considerado un hombre mayor, tu eres no solamente divina, eres una tierna jovencita, mucho más si tus añitos se comparan con mi edad. Eres como aquellos ángeles de mis tiempos primeros de la universidad, sólo que yo seguí cumpliendo años y tu, no estás en el pasado con tu tierna edad, es una fotografía similar, casi la misma, pero con no menos de treinta años de diferencia en el espacio y en el tiempo.
Me consuela el estar seguro de que el espíritu, el amor, no tienen edad, y de que la átracción química puede darse en cualquier circunstancia, siempre que exista un caballero como yo, con las facultades y la disposición para interactuar con el mar de energía positiva y bendiciones que eres tu, princesa, expresión de la perfección única, de la cual es sólo capaz cuando así lo determina, para ocasiones muy especiales, nuestro CREADOR, y a sabiendas de que no sólo puedo hacer crecer enormemente dicha atracción química, también puedo transformarla cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo, en algo cada vez más sutil, amplio, profundo y maravilloso.
Te amo...