El documento, fechado en 2004, dice que "pese a muchas súplicas de (Fidel) Castro, Zapatero no le ha respondido y no quiere ninguna relación con él".
En julio de 2005, Zapatero lamentaba la "falsa" percepción de parte del exilio cubano de que él era pro-Castro.
Otro documento, de abril de 2005, se refieren al entonces ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, quien consideraba a Venezuela y Cuba los dos "agujeros negros" de la región.
"España cree que Chávez va camino de convertirse en otro Castro, mientras Estados Unidos cree que ya es otro Castro", decía Javier Sandomingo, director general de Exteriores para Latinoamérica en febrero de 2005. Pero, curiosamente, hacia Castro hay pocas declaraciones altisonantes, según El País.
Los documentos publicados por el diario revelan duras opiniones de miembros del gobierno español sobre los principales líderes de América Latina. En los cables, Hugo Chávez es calificado de "payaso", Evo Morales de "ignorante" y Daniel Ortega de "loco".
Ortega, 'causa perdida'. Chávez, 'una bestia'
La actual ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, dijo en enero de 2009 que Ortega era "el peor de todos los líderes con quien ella trabaja", según la transcripción de la embajada de Washington en Madrid.
En 2005, Bernardino León, quien era secretario de Estado de Asuntos Exteriores, calificó al presidente de Nicaragua, de "errático e imprevisible", "una causa perdida".
Sobre Venezuela, Zapatero dijo durante una visita a Madrid del vicesecretario de Estado norteamericano, Robert Zoellick, en abril de 2005, que era "un desastre de país", de acuerdo con el resumen de la reunión hecho por la embajada estadounidense.
Venezuela tiene "enormes recursos naturales despilfarrados por décadas de pobre liderazgo", y es imposible explicar el fenómeno de Chávez sin la "debacle" económica y social de los años previos, consideró el presidente del gobierno español.
Zapatero comentó a Zoellick —número dos de Condoleezza Rice— que el consejo de varios líderes regionales había sido no aislar a Chávez. No obstante, subrayó que en una visita a Caracas se había reunido con los movimientos de oposición que le había recomendado el Gobierno de Estados Unidos.
Asimismo, culpó a la oposición venezolana de haber llevado el enfrentamiento con Chávez demasiado lejos y pronosticó que el gobernante aún podría ganar tres elecciones seguidas gracias a las políticas sociales financiadas con dinero del petróleo.
En cuanto a Evo Morales, en octubre de 2005 los funcionarios españoles no le consideraban una "causa perdida".
"No es peor que varios otros líderes latinoamericanos con que hemos tratado en el pasado o ahora", decía Javier Sandomingo, según los papeles de la embajada. Añadía que el presidente boliviano se mostraba más razonable en sus reuniones privadas que en los actos públicos.
Zapatero decía en 2009 a la secretaria de Seguridad de Estados Unidos, Janet Napolitano, que el "mesianismo populista de Chávez y Morales era popular entre sus ciudadanos, lo que complicaba el escenario", indica otro de los documentos.
En 2006, Moratinos describió a Morales ante el embajador Eduardo Aguirre como "ignorante e inexperto". El entonces canciller se mostró preocupado por el riesgo de que Morales cayera en el "abrazo del oso" de Chávez y Castro. Consideraba que el presidente boliviano no controlaba del todo el poder en su país, "decía una cosa y hacía otra".
En cuanto al ecuatoriano Rafael Correa, un documento de la Embajada de Washington asegura que España ha visto "un montón de dinero fluyendo desde Venezuela hacia la campaña" del mandatario.
Los que salen mejor parados en las declaraciones de los diplomáticos y altos cargos españoles son los presidentes de México, Felipe Calderón, y de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
Trinidad Jiménez se declaraba en 2007 "gran admiradora" de Calderón. Es "el mejor del actual grupo de jóvenes líderes de Latinoamérica", decía. En cuanto a Lula, opinaba que estaba haciendo las cosas bien.
Los Kirchner, sin embargo, reciben críticas en los documentos. Según Jiménez, parte del problema era la excesiva dependencia de Cristina Fernández de su marido, el anterior presidente, Néstor Kirchner, recientemente fallecido.