Cuando los líderes de la eurozona se afanan en achicar agua en plena mar gruesa, Estonia, la pequeña república báltica, se sube al barco de la unidad monetaria. A comienzos de 2009, cuando la crisis había empujado al país a su peor momento desde su separación de la Unión Soviética, el Gobierno de centro derecha encabezado por el primer ministro, Andrus Ansip, decidió establecer una hoja de ruta que llevase a Estonia a cumplir con los criterios de Maastricht.
Según Kaja Koovit, directora de la sección de Economía de Postimees, el principal periódico del país, "el Gobierno aprovechó la crisis para introducir ajustes que en otro momento podrían haber obtenido el rechazo popular". En efecto, el Gobierno se impuso reducir el gasto público enviando a la calle a miles de funcionarios y reduciendo los salarios en un 10%. En el sector privado, las reducciones de salarios alcanzaron hasta el 15%.
"Nosotros nos pusimos a la tarea mucho antes que otros países europeos, y eso nos ha permitido reducir el gasto público cerca de un 20%", declara a EL PAÍS Juhan Parts, ministro de Economía y hombre fuerte del Gobierno. "Incrementamos el IVA de un 18% a un 20%, la edad de jubilación pasó de 63 a 65 años e introdujimos una amplia reforma laboral para hacer más flexible el mercado de trabajo, además de un paquete de estímulo para ayudar a las empresas a obtener créditos y facilidades para la exportación", continúa Parts.
La reforma laboral en práctica es un cheque en blanco a los empresarios, pues el despido es gratis. El desempleo se disparó a un 18% de la población activa, y en las regiones rusohablantes del este del país la cifra llegó al 25%. El Gobierno de Estonia se ha preocupado por ofrecer una serie de garantías a las inversiones. En la práctica, las empresas no pagan impuesto de sociedades, pues los beneficios que son invertidos son deducibles de la declaración de impuestos. Hay que destacar también la falta de un movimiento obrero organizado. El salario mínimo es de 245 euros mensuales.
Ante la pregunta de si todas esas medidas no han sido dolorosas para el pueblo, el ministro de economía responde: "Todo es relativo. Si la disyuntiva es reducción del salario en un 10% o la pérdida del trabajo, la elección es obvia. A esto hay que sumar que el pueblo estonio tiene un alto sentido de la responsabilidad".
El segundo trimestre del presente curso trajo por fin la esperanza a la maltrecha economía estonia. Después de 30 meses, las cifras son positivas, y de acuerdo con las estimaciones del Banco de Estonia, la economía del país cerrará el curso con un 2,5% de crecimiento del PIB. Las estimaciones del banco para 2011 son de un avance del 3,9%.
El Eurogrupo dio la bienvenida a Estonia en junio pasado. Su presidente, el luxemburgués Jean-Claude Junker, anunció solemnemente: "Estonia será el 17º miembro del Eurogrupo a partir del primero de enero de 2011".
En efecto, a pesar de la crisis, Estonia presenta unas finanzas saneadas. El déficit presupuestario es solo del 1,7% del PIB, mientras que la deuda pública es solo del 7,2%.
Pero si Estonia decidió ingresar en la eurozona a comienzos de 2009, el panorama monetario de la Unión Europea ha cambiado radicalmente. Según el ministro Parts, los cambios experimentados no son de gran calado. "Ha habido cambios en la situación monetaria, pero no tan profundos que puedan cambiar el curso. Desde nuestro punto de vista, la eurozona es capaz de resolver los problemas que se han presentado. Confiamos plenamente en la habilidad y en la buena salud de la eurozona", asegura.
La última encuesta de opinión, publicada el miércoles, establece que el 49% de los estonios apoya el ingreso del país en la eurozona, mientras que el 43% rechaza la moneda única. "La encuesta demuestra que la gente de mayores ingresos apoya el ingreso a la eurozona, mientras que los sectores de ingresos más bajos se opone", dice Kaja Koovit del periódico Postimees.
"La gente mayor se opone mayoritariamente. Muchos recuerdan el traumático cambio de moneda en 1992, cuando el país adoptó la corona y abandono el rublo soviético. En aquella oportunidad mucha gente perdió sus ahorros de toda una vida, pues se fijó como máximo para cambiar 1.500 rublos por 150 coronas. "Eso equivalía a solo un mes de trabajo", relata Koovit. El Ecofin ha fijado que la tasa de cambio por un euro sea de 15,64 coronas estonias.
En el populoso mercado central de Tallin, la capital, Kristel Joost, vendedora de productos lácteos, se opone en forma rotunda al ingreso de la eurozona. "Yo quiero mucho a nuestra moneda, la corona, y ya puedo ver cómo los precios se disparan. Tampoco confio en que nuestro pequeño país sea respetado como un socio igualitario".
Por su parte, el ministro Parts confía en un tratamiento igualitario. "En la eurozona todos los países tienen el mismo derecho a voto y lo mismo pasa en el Banco Central Europeo. Yo comprendo que muchos estonios tienen una relación muy sentimental con nuestra moneda, pero al final nuestra gente es muy pragmática".
El mundo de los negocios recibe la llegada del euro como agua de mayo. "La moneda única puede consolidar el momento de recuperación que vivimos. En nuestro sector tenemos un aumento del 20% de la actividad", dice Feliks Mägus presidente de la Asociación de Hoteles y Restaurantes de Estonia.
El Banco de Estonia en cambio es prudente en sus pronósticos. "La actual pujanza del comercio exterior no será duradera, pues la recuperación a nivel global está decayendo después del impulso inicial en periodo poscrisis".
"La productividad por empleado alcanzará un récord histórico en 2012, pero esto no significa que el desempleo disminuya de forma rápida. Todavía en 2012 la economía estará a un nivel de antes de la crisis". La cifra del banco para desempleo es de 15,5%. Según el periódico Postimees, la actividad económica ha retrocedido a niveles de 2005.
El Banco de Estonia establece que las drásticas medidas introducidas por el Gobierno han contribuido a la estabilización de la economía, "pero no está del todo claro si esto se traducirá en un incremento de las inversiones y la creación de nuevos puesto de trabajo, ambos vitales para volver a la senda del crecimiento".
El País