Venga de donde venga y sea el régimen que sea, ningún gobierno puede considerar tan poca cosa, tan siervos, a los ciudadanos, como para arrogarse el derecho de mentirles, o de esconderles verdades amparado en el archiabusado eufemismo denominado "secreto de estado".
"Secreto de estado" significa impunidad para alguien, es propio de las tiranías, como la de los Castro, y absolutamente inaceptable para una democracia, para un estado de derecho, en el cual se supone que nadie puede estar por encima de la ley, es decir, nadie puede ser impune, aunque sea el más encumbrado entre las autoridades, entre los gobernantes.
El argumento con el que se pretende hacer apología del "secreto de estado" no honra el amor por la libertad propio de personas que verdaderamente tienen un pensamiento democrático, no honra la dignidad, la soberanía y los derechos que merecen los individuos en una sociedad libre, es inaceptable el sólo amago de pretender que los ciudadanos son tan idiotas, tan menores de edad, tan retrasados mentales, que necesitan de una clase por encima de ellos que se arroga el derecho de determinar lo que deben y lo que no deben saber los individuos, los componentes individuales que en suma constituyen la soberanía nacional; el "secreto de estado" es una usurpación de la soberanía del pueblo, es siempre impunidad para alguien, y en un estado de derecho nadie puede estar por encima de la ley.
Tan infame es el gobierno de Estados Unidos (una democracia maltrecha) como el de los Castro (una tiranía personal de más de cinco décadas), cuando desprecian al pueblo de tal modo, creyendo que este no tiene derecho a ser honestamente informado, por considerarse (el gobierno, la tiranía o la dictadura, lo que sea) una élite por encima de los derechos del pueblo, a quien creen de tan de poco valor que no se sienten obligados a rendirle cuentas.