El Título:
Lo titula: “El Cardenal Ortega: disco rayado”. No quiere, Barrios, que se hable más del tema. No importa que Ortega siga alegremente del brazo de Raúl Castro, haciendo genuflexiones y reverencias versallescas. Hay que callarse la boca, y nos lo dice con ese título petulante y grosero; para fijar el tono desde el comienzo.
Se equivoca. Los católicos cubanos hemos pagado un precio muy serio- sin ayuda de ninguna jerarquía- en defensa de nuestra libertad (que incluye la expresión). Ortega es una persona pública. La fiscalización y la crítica van con el cargo.
El Primer Párrafo:
“Cada vez que un prelado cubano hace contacto con el gobierno habrá́ exiliados que repudien el gesto…”. El desplante nos quiere hacer creer que el problema está ́en los espectadores, no en el actor. Si te ofenden con obscenidades, el problema son tus oídos, no las palabras.
De nuevo se equivoca. Contacto de prelados con el gobierno (por llamar de algún modo a esa pandilla), ha habido siempre.
Cientos de sacerdotes y de monjas hicieron contacto con el gobierno cuando los acorralaron como bestias y los expulsaron del país. Basta un nombre para evocar los hechos: Eduardo Boza Masvidal. Reverenciado por todos.
Hubo sacerdotes perseguidos y encarcelados-otro contacto- cuando la guerra en las montañas del Escambray. Los hubo en el desembarco de Bahía de Cochinos, durante los combates y luego en las prisiones. Y cada día que pasa, en Cuba hay sacerdotes, simples sacerdotes con nombres y apellidos, recorriendo el camino de la santidad; socorriendo a los fieles de mil maneras; viviendo casi en la indigencia; soportando el asedio del gobierno- único contacto que establece el opresor con ellos. Contactos hay de sobra. Pero ninguno de esos necesita que nadie los defienda.
El Segundo Párrafo:
“Se esperaban ataques al cardenal [sic]” nos dice Barrios, ¿y por qué́? La pregunta es retórica, todos sabemos por qué́. Lo que no sabemos es de dónde salió Alberto Cutié (“el sacerdote aupado por la Iglesia…”- afirma Barrios, sin comprender la gravedad ni el alcance de lo que está diciendo. Verdadero tema de meditación éste.), ni qué have su nombre en este asunto serio, sobre la Iglesia y Cuba. Porque nadie en la Iglesia necesita que lo defiendan de Cutié. A no ser que se trate de un trucaje; un juego indecoroso, de presentar el nombre repugnante como adversario del Cardenal, buscando un contraste favorable. La manipulación siempre encuentra un aprendiz de brujo.
Hay tres párrafos más:
“La crítica cardenalicia –así es como lo escribe- no puede obligar a los Castro a exiliarse.” Una observación obtusa e insultante del padre. Lo que no dice es que la “critica cardenalicia” sí puede abrazar el magisterio y señalar el rumbo moral sin preocuparse demasiado de las consecuencias. Si conducen al exilio o a cualquier otro lugar.
Luego el padre nos ilumina con una breve disertación sobre la misión de la Iglesia, que desemboca en una afirmación sorprendente y desafortunada: que la “denuncia profética” se ve limitada en la Cuba presente; las circunstancias no son buenas en Cuba para denuncias ni profecías. Y nos intima, el padre, a es ser “realistas” (realista: el eufemismo al uso para no decir oportunista). De modo que todos los Profetas Bíblicos (Apóstoles incluidos) se equivocaban; las advertencias, las denuncias y las profecías son para tiempos fáciles, de lo contrario traen problemas. Uno puede terminar martirizado. Buen consejo, viniendo de un sacerdote. Buena teología. Si eso es lo que se proponen enseñar, quizá sea mejor que no inauguren más seminarios.
Y para finalizar, el Padre Barrios deslumbra a sus lectores con lo que llama una “palabra griega [sic]” y mientras el lector trata de digerir el vocablo, el padre se despide, quejándose, lamentando que la Iglesia sea “la institución más incomprendida del planeta”. Tal vez sea cierto. Si los que tratan de explicarla son el Cardenal y sus acólitos.
Pedro J. Martínez-Fraga