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BAHÍA DE COCHINOS: Lo Que No Dijo el Informe del Inspector de la CIA You On Here » BAHÍA DE COCHINOS: Lo Que No Dijo el Informe del Inspector de la CIA

Hace 50 años que se produjo el heroico desembarco, condenado al fracaso, y los cubanos continúan sufriendo las consecuencias. Hay errores políticos y estratégicos que llegan a ser desastres. Más que fiascos son tragedias; más que fallos son crímenes. Bahía de Cochinos fue uno de ellos. Se ha escrito con abundancia sobre este tema, pero es ahora, con la publicación de documentos ultraconfidenciales del gobierno de los Estados Unidos y de varias memorias privadas, que pueden despejarse muchas de las nebulosas que cubren el fatídico proceso.

Documentos Reveladores

Uno de esos documentos es el informe que en 1961 rindió Lyman B. Kirkpatrick, inspector general de la CIA, sobre la actuación de la Agencia en la preparación y ejecución de Bahía de Cochinos. El voluminoso documento contiene datos valiosos que ponen de manifiesto numerosos errores de planificación, serias deficiencias logísticas y falta de coordinación entre los servicios de inteligencia, el Pentágono y la Casa Blanca. Asimismo, el informe reprocha a la Agencia el trato humillante a los dirigentes cubanos en el exilio, marginados mientras se gestaba la operación e incomunicados durante el desembarco.

Hay mucho de cierto y revelador en el informe de Kirkpatrick, pero también hay mucho de miope y mezquino en sus alegatos. El inspector crucifica únicamente a la CIA, exculpando por omisión la negligencia del Pentágono y la gravísima responsabilidad del Presidente Kennedy por haber micromanejado, alterado y emasculado a última hora el plan recomendado.

¿A qué se debe esta omisión de Kirkpatrick? Todo parece indicar que el inspector general de la CIA quería congraciarse con la Casa Blanca para llegar a ser director de la Agencia (a pesar de la parálisis que le produjo la poliomielitis ). Por eso no entrevistó a los jefes de la CIA a cargo de Bahía de Cochinos, ni siquiera les envió una copia del informe. Fue John McCone, el nuevo director que sustituyó a Allen Dulles a fines de 1961, quien le ordenó a Kirkpatrick que les entregara una copia del informe y que incluyera en el expediente los descargos que formularon.

Acusado por McCone de haber sido tendencioso y superficial en su informe, Kirkpatrick reconoció en carta al director de la CIA de fecha 1o. de diciembre de 1961 que el fracaso de Bahía de Cochinos se debió fundamentalmente a estos tres factores:
a. "Subestimación general por parte del gobierno de E.U. de la magnitud de la operación requerida para derrocar al régimen de Fidel Castro.
b. Fallo del gobierno de E.U. por no prever todas las contingencias...., incluyendo la necesidad de utilizar fuerzas militares de E.U. si los exiliados cubanos no pudiesen acometer la tarea ellos mismos.
c. Fallo del gobierno de E.U. por no estar dispuesto a comprometer los recursos necesarios para el éxito de la operación planeada y ejecutada."

Otro de los recientes documentos iluminadores es el libro Reflections of a Cold Warrior de Richard M. Bissell, quien como subdirector de la CIA a cargo de planes (léase operaciones encubiertas) fue la figura señera durante todo el proceso que culminó en Bahía de Cochinos. Dotado de un talento privilegiado (cultivado en Groton y Yale) y de una prepotencia persuasiva, Bissell ingresó en la CIA en 1954 e inició una verdadera revolución tecnológica. Bajo su dirección, la Agencia alcanzó altos niveles de innovación y eficiencia en la captación de inteligencia militar con el avión U-2, el SR-71 Blackbird, y el satélite de espionaje Corona.

En su libro, escrito con perspectiva y serena contrición en la antesala de la muerte, Bissell hace un recuento de su actuación en el caso de Cuba, explicando sus decisiones y confesando sus errores. El tono no es tan mordaz y defensivo como el que matizó su respuesta a Kirkpatrick en 1961. Rechaza acusaciones injustas,pero reconoce, entre sus yerros, dos que fueron críticos:
1) no cederle al Estado Mayor Conjunto la responsabilidad primaria de la expedición cuando ésta dejo de ser, a fines de 1960, una operación paramilitar de infiltración y guerrilla; y
2) no decirle claramente al Presidente Kennedy que la operación de Bahía de Cochinos no era factible con los cambios y limitaciones impuestos por él.

De todos los libros sobre Bahía de Cochinos que han salido a la luz en los últimos meses, el más importante y completo es, sin duda, el Volumen X sobre Cuba (1961-1962) publicado por el Departamento de Estado como parte de la colección de Foreign Relations of the United States (FRUS). Este tomo de más de 1000 páginas es fascinante, no ya por los hechos que eslabona, sino por los documentos, hasta ahora secretos, que transcribe. Para profundizar en el tema de Bahía de Cochinos, ya no hay que hurgar en el informe del General Maxwell D.Taylor, ni en los archivos de los Presidentes Eisenhower, Kennedy y Nixon, ni en las memorias de los otros personajes que intervinieron en el infausto episodio. Esta nueva fuente de información, junto con el Volumen VI del Departamento de Estado correspondiente al período 1958-1960, contienen muchos de los datos esenciales del proceso, rigurosamente clasificados y cronológicamente ordenados.

Teniendo a mano éstos y otros testimonios, trataré de señalar y comentar lo que aportan de novedoso y significativo, así como lo que omiten y tergiversan, para arrojar más luz sobre ese tracto imborrable de la historia que lleva el nombre de Bahía de Cochinos.


Eisenhower y los Antecedentes de Bahía de Cochinos

Durante la lucha contra Batista, el Presidente Eisenhower se mantuvo bastante alejado del caso de Cuba. Dada la grave enfermedad del Secretario de Estado, John Foster Dulles, la política hacia Cuba fue dirigida principalmente desde el cuarto piso del Departamento de Estado por dos "expertos" en Latinoamérica: Roy Rubottom y William A. Wieland.

Aunque estos funcionarios abogaron oficialmente por una política de estricta neutralidad en la contienda cubana, sus simpatías los inclinaron a Castro. Así se explican estos hechos: el embargo militar contra Batista; los embarques clandestinos de armas a Castro desde E.U.; la subestimación del peligro comunista; la prohibición de todo intento de mediación en Cuba bajo los auspicios del Embajador Earl Smith, y el ultimátum que, por conducto de éste, le envió Washington a Batista el 14 de diciembre de 1958. Este ultimátum consistió en un escueto mensaje trasladado por Smith: "Es mi desagradable deber informarle al Presidente de la República que Estados Unidos no continuará apoyando al gobierno de Cuba, y que mi gobierno considera que el Presidente está perdiendo el control efectivo." (FRUS, VI, 299). Esto precipitó la caída ansiada de la dictadura, pero creó un vacío de poder que llenó Castro con sus cofrades comunistas.

El 23 de diciembre de 1958 es cuando se le comunica al Presidente Eisenhower que la situación del gobierno de Batista era crítica y que "los comunistas parecen haber penetrado el movimiento de Castro..." Según la minuta de la Junta del Consejo nacional de Seguridad de dicha fecha (FRUS, VI, 302-303), el Presidente se molesta por no haber sido informado antes de esta situación y pregunta "si el Departamento de Estado había solicitado al Departamento de Defensa que estudiase una acción militar que podría ser necesaria en Cuba." El Secretario Herter contestó que las conversaciones se habían centrado únicamente en la posibilidad de una evacuación. El Presidente afirmó después que "estaba convencido de que una tercera fuerza [contraria a Batista y a Castro] con influencia y pujanza podría surgir si la organizase un hombre capaz provisto de dinero y de armas". Se acordó entonces elaborar un plan para crear o respaldar esa tercera fuerza, pero fue demasiado tarde.

A partir de su llegada al poder en enero de 1959, Castro no ceja en su campaña vilipendiosa contra Estados Unidos. Apoyado en su poder hipnótico y en el terror difundido por sus arrestos, fusilamientos y confiscaciones a granel, el líder cubano va sentando progresivamente las bases de su sistema totalitario comunista. No conforme con subvertir a Cuba, organiza en su primer año expediciones armadas contra Panamá, Nicaragua, República Dominicana y Haití.

Washington no sabe realmente lo que hacer. Intenta en múltiples oportunidades de negociar con Castro, pero sin éxito. No reacciona ante sus afrentas y provocaciones para que no se tilde a E.U. de Goliat abusador, sin darse cuenta de que no hay nada que ridiculice más a un gigante que ser pateado impunemente. El grande, ultrajado, no es ni popular ni respetado. El poderoso, zaherido , deleita a los resentidos.

La estéril política de paciencia y tolerancia, personificada por el Embajador de E.U. en Cuba, Philip Bonsal, fue sustituida a fines de 1959 por una política más proactiva, "enderezada a estimular dentro de Cuba y en otras partes de Latinoamérica la oposición al régimen extremista y antiamericano de Castro." (FRUS,VI, 656) Según Bissell, el Grupo Especial (Comité #5412) que se ocupaba del caso de Cuba acordó el 13 de enero de 1960 elaborar los planes necesarios para derrocar la tiranía. Dicho plan, llamado "Programa de Acción Encubierta Contra el Régimen de Castro," fue aprobado por Eisenhower el 17 de marzo de 1960, y consistió en lo siguiente:
a) Constitución en el exilio de un frente de oposición a Castro, responsable, atractivo y unido.
b) Inicio de una fuerte campaña de propaganda, a través de Radio Swan, dirigida al pueblo de Cuba.
c) Creación en Cuba de una red clandestina de inteligencia y acción.
d) Creación fuera de Cuba de una fuerza paramilitar con apoyo logístico, naval y aéreo, para infiltrar en Cuba agentes entrenados que pudiesen intensificar la resistencia interna. (FRUS, VI, 850-851)

Este esquema de acción paramilitar se basó en el modelo de Guatemala (golpe de estado dirigido por la CIA en 1954 contra el gobierno procomunista de Arbenz). Error craso, por tratarse de situaciones disímiles. Castro disolvió el ejército profesional, creó su propia fuerza y avanzó con mayor celeridad y destreza que Arbenz hacia la consolidación de un estado policíaco. El modelo de Guatemala no era aplicable al caso de Cuba, por lo que fue posteriormente modificado, pero no totalmente desechado. Subsistieron enfoques erróneos y faltó, en el minuto crítico, la experiencia y el carácter resuelto de un Eisenhower. éste dijo al autorizar la operación en Guatemala: "Estoy dispuesto a tomar los pasos que sean necesarios para que tenga éxito. Si triunfa, será el pueblo de Guatemala que arrojó el yugo comunista. Si fracasa, será la bandera de Estados Unidos la que fracasó." (Peter Wyden, Bay of Pigs, 21)
Adversidades del Exilio

Fueron muchas las adversidades de los dirigentes cubanos del exilio que constituyeron el Frente Revolucionario Democrático (FRD) en mayo de 1960. Sin recursos propios para enfrentarse al régimen de Castro, fortificado en alarmante crescendo por el bloque soviético, los líderes del FRD recabaron una alianza abierta con Washington, pero sólo obtuvieron un arreglo oculto con la CIA. Solicitaron un empréstito para operar con autonomía y dignidad, pero sólo recibieron mesadas para luchar con restricciones por la libertad.

Sin embargo, nos enteramos ahora que el programa de acción encubierta autorizado por Eisenhower contemplaba una emisión de bonos del FRD (como obligación del futuro gobierno de Cuba) para levantar fondos adicionales. (Informe de Kirkpatrick, Anexo A, 5). Esta emisión, lamentablemente, nunca pudo efectuarse, por lo que prevaleció el poder de la bolsa de la CIA. Parafraseando el célebre "Vae victis" de Breno en el sitio de Roma, cabe decir aquí: ¡Ay de los desterrados!

Impaciencia del Presidente

El 17 de febrero de 1960, aun antes de aprobar el programa encubierto antes referido, el Presidente Eisenhower se mostró partidario de tomar acciones más enérgicas, y hasta drásticas, en el caso de Cuba. La palabra drástica incluyó iniciativas fallidas para inutilizar o eliminar a Castro antes del desembarco. Esto se desprende de los comentarios sibilinos de Eisenhower al cuestionar algunas propuestas ineficaces y plantear la necesidad de "identificar agentes (assets) para cosas de todo tipo (across the board), y hasta para cosas que pudieran ser drásticas." (FRUS VI, 789).

En la junta que Eisenhower celebró con sus asesores el 18 de agosto de 1960, Allen Dulles rindió un informe detallado sobre la implementación del programa de acción encubierta contra Castro. Habló de los esfuerzos para unificar a la oposición cubana en el exilio, de las transmisiones radiales a Cuba, y del entrenamiento en la zona del Canal de Panamá, que iba a ser trasladado a Guatemala y ampliado para acomodar a 500 reclutas.

En el curso de la discusión, se planteó la necesidad de tener una fuerza de reserva, que pudiese incluir oficiales y soldados norteamericanos. Este punto quedó pendiente, pero se consideró extender el marco de la operación más allá de infiltraciones y guerrillas, y tomar, con el apoyo de la aviación, Isla de Pinos u otra pequeña isla como base trampolín.

Al final de la exposición, Eisenhower afirmó que "estaba dispuesto a seguir adelante si el Estado Mayor Conjunto, los Departamentos de Estado y Defensa, y la CIA consideraban que había buenas posibilidades de éxito. A él no le importaba mucho el costo [financiero]; es más, dijo que defendería este tipo de acción frente a cualquiera que viniese, y que si tuviera la seguridad de liberar a los cubanos de este demonio (incubus), bien poco sería el precio que habría que pagar." (FRUS, VI, 1057-1060)

De Guerra de Guerrillas a Guerra Convencional

En la sesión del Consejo de Seguridad nacional de fecha 20 de octubre de 1960, Allen Dulles informó que la ayuda militar del bloque soviético a Cuba continuaba; que habían llegado tres embarques y que un cuarto estaba en camino. Asimismo, indicó que pilotos cubanos estaban siendo entrenados en Checoslovaquia. Se estimaba que Cuba recibiría dos escuadrones de MIGs a principios de 1961.

Reunidos con sus asesores el 29 de noviembre, Eisenhower consideró necesario designar a alguien que coordinara e impulsara, al más alto nivel, los planes con respecto a Cuba. (Para desempeñar esta función fueron seleccionados posteriormente Whiting Willauer por el Departamento de Estado y Tracy Barnes por la CIA). Por otra parte, el Presidente preguntó "si en vez de 500 reclutas entrenándose, no debíamos tener por lo menos 2000." Aunque no consideraba factible en esos momentos el entrenamiento en territorio norteamericano ni la constitución de un gobierno cubano en el exilio, Eisenhower afirmó que "debíamos estar preparados para tomar más riesgos y ser más agresivos." (FRUS, VI, 1126-1131)

El plan paramilitar escalonado de infiltración se precipita y transforma en desembarco o invasión con apoyo aéreo por dos razones fundamentales. Primero, porque el tiempo conspiraba en contra de la liberación, ya que le permitía a Castro, con la ayuda militar creciente del bloque soviético, fortalecer su aparato de defensa y represión. Y segundo, porque los grupos de insurrectos en las montañas, carentes de apoyo adecuado del exterior, estaban siendo exterminados por las fuerzas del régimen. Esto se debió, en parte, a las condiciones precarias en que se efectuaban los embarques desde Guatemala - condiciones impuestas por la CIA para ocultar el apoyo norteamericano.

Considerando estos hechos, el Grupo Especial se reunió el 8 de diciembre de 1960 para discutir un "nuevo concepto," que consistía en una expedición armada a Cuba de unos 600 a 750 exiliados, precedida de ataques aéreos que continuarían después del desembarco. Esta operación anfibia, que incluiría la infiltración de núcleos guerrilleros, no fue aprobada formalmente, pero la CIA recibió señales inequívocas de seguir adelante. (FRUS, VI, 1175)

Cambio de Poderes

Kennedy ganó las elecciones presidenciales en noviembre de 1960, y a las pocas semanas Allen Dulles y Bissell lo pusieron al corriente de los planes paramilitares contra Castro. Durante el período de transición, el Presidente Eisenhower se vió forzado a romper relaciones con el régimen cubano. Según Bissell, en la junta que se celebró en la Casa Blanca el 3 de enero de 1961, Eisenhower estaba dispuesto a ir más allá de la ruptura diplomática... "con una buena excusa" proporcionada por Castro. Se habló hasta de "fabricar" una provocación, escenificando un ataque a Guantánamo. No se llegó a ninguna conclusión sobre este particular, pero se discutió el aumento de la fuerza invasora a 1500 reclutas, por lo menos. (Bissell, Reflections of a Cold Warrior, 161)

Por su parte, Whiting Willauer, como coordinador general de la operación, recomendó complementar la brigada de exiliados cubanos con un contingente de 5,000 a 10,000 reclutas latinoamericanos. Asimismo, señaló que era aconsejable utilizar jets desde bases aéreas de E.U. para proteger a los vulnerables bombarderos B-26 de la brigada. (Taylor, Operation Zapata, 15, 100).

Dos días antes de la inauguración del Presidente Kennedy, Willauer, en su carta al Subsecretario de Estado, Livingston Merchant, indicó que era imperativo resolver estos puntos: uso de bases aéreas en territorio norteamericano; reconocimiento de un gobierno provisional cubano; garantía a dicho gobierno de apoyo militar abierto (overt) de los Estados Unidos. Iba por buen camino Willauer al plantear estas cuestiones, y acaso con su insistencia en garantizar a toda costa el éxito de la operación hubiese podido evitar el trágico desenlace. Desgraciadamente, no fue escuchado y cesó en sus funciones al asumir Kennedy la presidencia.

El Plan Trinidad

Con anterioridad a la presentación de este plan, Kennedy les pidió a los Jefes del Estado Mayor Conjunto que lo evaluaran. Estos emitieron su informe el 3 de febrero de 1961, señalando graves deficiencias, tales como falta de apoyo logístico adecuado en caso de resistencia durante el desembarco. A pesar de sus reservas, los jerarcas del Pentágono concluyeron que el plan tenía bastante buenas probabilidades (fair chance) de éxito final.

El 11 de marzo, los directores de la CIA le presentaron al Presidente el llamado Plan Trinidad, así como otras opciones menos viables. El plan recomendado consistía en el desembarco de la fuerza expedicionaria por Trinidad (puerto de Casilda), con apoyo aéreo simultáneo, a fin de capturar una cabeza de playa e instalar un gobierno cubano provisional que pudiese ser reconocido y apoyado en un plano logístico. En caso de que este asalto no estimulase las esperadas sediciones o revueltas contra Castro, la brigada podría internarse en las montañas del Escambray y operar como guerrillas. (FRUS, X, 143)

Kennedy rechazó este plan por considerarlo demasiado ruidoso y obvio en cuanto a la participación de E.U., y pidió que le sometieran en unos pocos días otro plan más discreto. Cabe señalar que el objetivo de la "negación plausible" o "no atribución" de ayuda norteamericana era imposible de alcanzar dada la magnitud de la empresa y la publicidad que ya habían recibido los campamentos en Guatemala. De modo que por mantener políticamente una ficción, se le fue restando efectividad militar a la operación.

Operación Zapata (Bahía de Cochinos)

Siguiendo las instrucciones presidenciales, la CIA y el Pentágono se dieron a la tarea de elaborar, en cuatro días, otro plan menos espectacular que tuviese la apariencia de una infiltración, y no de una invasión. De las diversas alternativas que le presentaron a Kennedy el 15 de marzo, la que le recomendaron fue la Operación Zapata (Bahía de Cochinos), por estar ubicada en una zona resguardada (con pocas vías de acceso) y por disponer de un aeropuerto apropiado para aviones B-26. A fin de complacer a Kennedy, se acordó que el desembarco fuese de noche (proeza sólo lograda una vez en la segunda guerra mundial), y se aceptó que no hubiese cobertura aérea hasta que los aviones de la brigada pudiesen operar desde el aeropuerto cercano a Bahía de Cochinos. (Esta insólita condición fue modificada posteriormente, previéndose ataques aéreos a objetivos militares en D-2 y en D-D.) Asimismo, se planeó, para despistar, otro desembarco de menor escala al norte de Oriente, dos días antes de la invasión.

Como plan de contingencia, por si fracasase la operación, los estrategas contemplaron la posibilidad de que la brigada operase en la Ciénaga de Zapata por ser ésta, según ellos, zona propicia y tradicional de guerra de guerrillas. Esto es falso, ya que el Generalísimo Máximo Gómez, en la guerra de independencia, siempre esquivó esta área cenagosa por considerarla una trampa militar. Sería injusto condenar a los estrategas norteamericanos por desconocer la historia, más sería irresponsable exonerarlos por ignorar la geografía.

La CIA y el Pentágono reiteraron que preferían el Plan Trinidad, pero no se opusieron a la Operación Zapata, aun con las limitaciones impuestas por Kennedy. Es más, consideraron que ésta también tenía buenas probabilidades de éxito. El Presidente, por su parte, pidió que se siguiera trabajando en la Operación Zapata, disminuyendo aun más su "ruido", pero se reservó el derecho de cancelarla. (FRUS, X, 145-159)

La Postura de Varona y de Miró Cardona

En la lucha por la libertad de Cuba, los líderes del exilio tuvieron que sobrellevar intrigas y frustraciones, exacerbadas por el divisionismo y las ambiciones. Y tuvieron también que domeñar el orgullo en sus relaciones con la CIA. Confiando en la honorabilidad del aliado y en sus promesas de apoyo decisivo, aceptaron una situación enojosa de dependencia económica y militar. Los dirigentes que prefirieron operar por la libre, sin ataduras norteamericanas, no corrieron mejor suerte.

Tony Varona, como coordinador general del Frente Revolucionario Democrático (FRD), señaló claramente las expectativas del exilio. En la reunión que celebró en Washington con funcionarios del Departamento de Estado el 29 de noviembre de 1960, Varona planteó la necesidad de reclutar 2000 ó 3000 exiliados para desembarcar en Cuba y constituir un gobierno en armas. Cuando se le preguntó si ese gobierno solicitaría el apoyo militar de E.U., Varona contestó enfáticamente que sí, aclarando que el apoyo tendría que incluir tropas y equipos (FRUS X, 1132-1140).

A principios de 1961, Varona visitó los campamentos en Guatemala para apaciguar los ánimos exaltados. Preocupado por el número exiguo de reclutas que allí se encontraban, se dirigió al jefe de la base, Coronel Frank Egan. "No se preocupe, Dr. Varona - le dijo el Coronel - nosotros protegeremos la invasión con una sombrilla [cobertura aérea]. El aire será nuestro. Ni un sólo vehículo [de Castro] podrá transitar sin ser bombardeado..." (Peter Wyden, Bay of Pigs, 56-57).

El Coronel fue más explícito con Miró Cardona cuando éste asumió la presidencia del Consejo Revolucionario (sucesor del FRD) y visitó los campamentos a principios de abril, dos semanas antes de la invasión. Según las memorias de Miró, el Coronel le dijo que "la brigada se completará con 250 hombres más; habrá tropas adicionales cuyo numero asciende a 30,000; tendremos el control del aire, y hay tres naciónes envueltas en el conflicto."

No satisfecho con estas promesas, Miró voló a Washington, y el 6 de abril se entrevistó con Adolf A. Berle, coordinador civil del Task Force designado por Kennedy para ocuparse del caso de Cuba. Durante la reunión en casa de Berle, bien documentada en los archivos de Miró, Berle le dijo que "el problema militar marchaba muy bien y que podía contar con 15,000 hombres adicionales." Miró preguntó: "¿Por qué 15,000 si en Guatemala se me dijo 30,000?" "Son suficientes," respondió Berle; "ustedes tendrán el control del aire..."

Cuando el Presidente Kennedy declaró sorpresivamente el 12 de abril que "no habría, bajo ninguna circunstancia, intervención en Cuba de las fuerzas armadas de los Estados Unidos" y que esta posición era "entendida y compartida por los exiliados anticastristas en este país," Miró solicitó con urgencia otra entrevista con Berle. ésta se celebró al día siguiente en el Century Club de New York en presencia del asistente presidencial Arthur Schlesinger y del profesor John Plank.

Según Schlesinger, se le dijo a Miró que "los llevaremos a la playa y una vez que se constituya un gobierno provisional, les ofreceremos todo tipo de ayuda, menos tropas de los Estados Unidos." Miró contestó, de acuerdo con la versión de Schlesinger, que "si las cosas iban mal, él pediría la ayuda de todas las naciónes del hemisferio, incluyendo los Estados Unidos. Y la ayuda deberá venir."

Lo que no reveló Schlesinger (pero sí consta en las notas de Miró) fue lo que Berle agregó para tranquilizar al líder del exilio: "Así como usted dice que la revolución (invasión) es cubana, el Presidente se ve obligado a declarar que no prestará ayuda, pero nuestros pactos quedan en pie."

La Ambivalencia de Kennedy

Como se ha visto, el Presidente vetó el Plan Trinidad y tronchó la Operación Zapata por considerarlos demasiado espectaculares, pero en vez de cancelar la invasión in toto por no tener la convicción y el ánimo para asegurar el triunfo, lo que hizo fue castrarla, haciendo inevitable el fracaso.

A pesar de haber mantenido una línea dura contra Castro en los debates presidenciales (hecho que contribuyó decisivamente a su victoria electoral), al Presidente le flaquearon las fuerzas cuando tuvo que traducir la retórica en acción. Tratando de evadir los retos que todo estadista tiene que encarar a la hora de la verdad, Kennedy tomó en definitiva el peor de los riesgos: el camino tortuoso del deshonor y la pusilanimidad.

¿Qué motivó esta conducta que nos llevó al desastre? La inexperiencia de Kennedy -- apenas tres meses y medio en la presidencia -- obviamente influyó, así como el temor que tenía de provocar represalias soviéticas. Algunos de sus asesores también lo ofuscaron y amedrentaron. Entre ellos sobresalió el Senador William Fulbright con su tesis coexistencialista, apoyada en la falaz premisa de que Cuba era "una espina en el costado y no una daga en el corazón." El historiador y consejero presidencial, Arthur Schlesinger, fue otro que se opuso tenazmente a la invasión citando principios jurídicos y morales, y evocando el espectro de los infantes de marina de los Estados Unidos en suelo cubano. No pudiendo evitar que se llevara a cabo la operación, Schlesinger y altos funcionarios como el Secretario de Estado, Dean Rusk, consiguieron limitar su alcance y menguar su efectividad.

Hasta el último momento estuvo el Presidente dubitativo y vacilante. Lo que a la postre determinó que diera la luz verde, según testimonio del propio Schlesinger, fue el tener que desmantelar los campamentos en Guatemala y no saber qué hacer con la Brigada. A este dilema se le llamó, con clínica frialdad, "the disposal problem". Preocupado por el escándalo que produciría la desbandada de los brigadistas, Kennedy afirmó crudamente: "Si tuviésemos que deshacernos de estos ochocientos hombres, sería mejor arrojarlos en Cuba [dump them in Cuba] que en los Estados Unidos, especialmente si es allí donde quieren ir." (Schlesinger, A Thousand Days, 241)

Decisiones Fatídicas

Para concluir, veamos las decisiones fatídicas de Kennedy que condenaron la invasión al fracaso:

1) El Presidente se opuso a última hora al desembarco en Trinidad-Casilda. Esto forzó a la CIA y al Pentágono a elaborar en forma festinada la alternativa de Bahía de Cochinos, la cual fue menguada sustancialmente por el Presidente.

2) Kennedy, motu proprio, insistió en que el desembarco fuera de noche, aumentando los riesgos de esta operación, ya de por sí azarosa y difícil.

3) Para aminorar el "ruido" y la posible repulsa internacional, el Presidente rechazó el plan de bombardeo masivo la madrugada del desembarco recomendado por la CIA y el Pentágono. Sólo autorizó ataques aéreos limitados a las bases militares en Cuba dos días previos a la invasión y en la mañana del desembarco.

4) Unos minutos antes del primer bombardeo (D-2), Kennedy ordenó reducir drásticamente el número de aviones que iban a participar en la operación (de 16 a 8). Esto le permitió a Castro salvar la mitad de su aviación, alertar a sus tropas y arrestar a más de 250,000 personas, incluyendo miembros destacados de la resistencia que iban a apoyar la invasión. (Esta redada masiva reflejó la vulnerabilidad del régimen, que pudo haber caído si los ataques hubiesen sido contundentes, coordinados y sostenidos). 5) Bajo presión de Adlai Stevenson, Embajador de los Estados Unidos ante la ONU, Kennedy canceló el segundo ataque aéreo previsto para destruir el resto de la aviación del régimen. Esta malhadada decisión (no impugnada con suficiente energía por la CIA y el Pentágono), hizo posible que los jets de Castro derribaran el 17 de abril cinco de los indefensos B-26 de la brigada, hundieran o encallaran dos de sus barcos y forzaran la retirada de otros tres con equipos y municiones. La falta de estos suministros vitales impidió que la brigada prolongara su fiera batalla después de haberle causado más de 1500 bajas al enemigo.

6) Por último, el Presidente rechazó las insistentes demandas de Bissell y del Almirante Arleigh Burke de escoltar a los barcos que no habían podido desembarcar y de permitir que algunos aviones de guerra de Estados Unidos protegieran a los B-26 de la brigada frente al ataque implacable de los T-33 de Castro. Esta cobertura, a tiempo, hubiera permitido contrarrestar la ofensiva de las huestes del régimen, constituir un gobierno en armas y facilitar la llegada de refuerzos.

Los Estados Unidos estaban debidamente preparados para terciar en la contienda. Aparte de las fuerzas norteamericanas en estado de alerta en Guantánamo, la isla de Vieques y la Florida, el Almirante Burke contaba con una flotilla armada en las inmediaciones de Bahía de Cochinos. Fuerzas no faltaban para apoyar a la brigada en el momento crítico. Lo que faltó en Washington fue el coraje y la dignidad que desplegaron los patriotas en las arenas de Girón. Rubricada con sangre quedó allí grabada la altiva respuesta del jefe de la brigada, José Pérez San Román: "¡No seremos evacuados! ¡Lucharemos hasta el final!"

¿Por qué Kennedy decretó el abandono que selló la derrota de la invasión? Veamos la explicación que el propio Presidente les dió a los líderes de la brigada en su residencia de Palm Beach, el 27 de diciembre de 1962, a los cuatro días de haberse efectuado el canje de los prisioneros.

Según el testimonio de José Pérez San Román, confirmado por su segundo en mando, Erneido Oliva, el Presidente les reveló en privado que al producirse el primer bombardeo aéreo el 15 de abril, el gobierno soviético amenazó con atacar a Berlín Occidental si Estados Unidos continuaba apoyando a la fuerza invasora. En esas circunstancias, explicó Kennedy, tuvo él que enfrentarse a esta disyuntiva: defender a la brigada y arriesgar una confrontación con la Unión Soviética en Berlín que pudiese desatar un conflicto armado de grandes proporciones, o preservar la paz mundial y arriesgar a los 1500 combatientes. Teniendo que escoger entre estas dos terribles alternativas, Kennedy concluyó que era preferible sacrificar a la brigada que arriesgar en Berlín una posible tercera guerra mundial.

¿Es válida esta explicación del Presidente? Nos remitimos a la opinión emitida por el General Eisenhower cuando, a los pocos días del desastre de Bahía de Cochinos, Kennedy le confesó en la Casa Blanca que no había apoyado a la brigada por temor a una represalia soviética en Berlín. Eisenhower le contestó: "Eso es todo lo contrario a lo que realmente sucedería. Los soviéticos siguen sus propios planes, y si ven que nosotros mostramos alguna debilidad, es entonces que arremeten con más fuerza... El fracaso de Bahía de Cochinos incitará a los soviéticos a hacer algo que en otras circunstancias no harían." (Michael Beschloss, The Crisis Years, 144-145).

Palabras premonitorias. A los pocos meses de Bahía de Cochinos, envalentonado por la falta de liderazgo de los Estados Unidos, Khrushchev apabulló a Kennedy en la conferencia de Viena, erigió el Muro de Berlín, provocó la Crisis de los Cohetes, y convirtió a la Cuba cautiva de Castro en una base intocable para subvertir a tres continentes. Sí, trágico fue el desenlace de Bahía de Cochinos. Pero esta operación no debe ser vista únicamente como una derrota para la democracia. El ejemplo de los que allí murieron por la justicia y la verdad es semilla de nobleza que engendrará la libertad.

Por Néstor Carbonell Cortina, enviado por Frank Resillez.

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