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Reagan frente al tirano Castro, la misma estafa..., que no ha querido ver la comparsa de lacayos y cipayos (CLC) y otras hierbas tan repugnantes como la susodicha You On Here » Reagan frente al tirano Castro, la misma estafa..., que no ha querido ver la comparsa de lacayos y cipayos (CLC) y otras hierbas tan repugnantes como la susodicha

A poco de asumir la presidencia, Ronald Reagan anotó (febrero 11, 1981) en su diario que informes de inteligencia señalaban a Castro muy preocupado con la nueva administración estadounidense. Reagan acotó que él también estaba preocupado por tener nada con que justificar las preocupaciones de Castro.

Las notas del diario de Reagan tienen la credibilidad de la íntima reflexión, que no se lucubra para publicarla. Por ningún lado aparece la amenaza de invasión que Castro esgrimió para acentuar su noción de guerra de todo el pueblo, formar las Milicias de Tropas Territoriales (MTT), diseñar zonas de defensa y montar los ejercicios estratégicos Bastión. Por el contrario, Reagan apunta (mayo 18, 1981) que su problema cardinal con Castro era qué hacer con los criminales y locos que había cargado de contrabando en la flotilla del éxodo por Mariel.

Ese legado de la administración Carter concita hasta reunión plenaria del gabinete (julio 7, 1981) y misión del general Vernon Walters (marzo 9, 1982) para discutir con Castro cómo repatriar a his jailbirds and maniacs. No en balde Reagan deja constancia, en vísperas de la salida al aire (mayo 20, 1985) de Radio Martí, que Castro reaccionó cancelado el acuerdo sobre retorno de criminales y locos, que fueron etiquetados como excluibles.

Al examinarse el alarde guerrero cubiche en situation room, Reagan apuntó (marzo 11, 1982) que Castro estaba obsesionado y «nosotros no tenemos ningún plan de invasión, pero vamos a dejarlo sudar». Reagan había esbozado en su diario (enero 15, 1982) un plan diametralmente opuesto a la invasión: apremiar a Castro & yes Castro (sic) para que Cuba volviera a la órbita de Occidente and send the Russians home. Tras informar el Consejo de Seguridad Nacional que Castro estaba muy nervioso, Reagan anotó: We´lltry to keep him taht way (febrero 11, 1982).

Castro se había ido con la misma «interpretación paranoica», como acuñó el embajador soviético en Washington, Anatoli Dobrynin, de la política de Reagan. La KGB buscaba ya por todo el mundo indicios de que la Casa Blanca preparaba un golpe nuclear contra la Unión Soviética. Para la DGI castrista, el corolario no podía ser otro que la invasión a Cuba. Luego de que Reagan anunciara la Iniciativa de Defensa Estratégica (marzo de 1983) e invadiera Granada (octubre de 1983), Andropov y Castro cayeron aún más en trance.

Sin embargo, Reagan estaba enfocado en llevar al Kremlin a la bancarrota e impedir, como dejó anotado (febrero 17, 1983), que la burocracia reinante en su Departamento de Estado, who made Castro possible (sic), tornara insostenible la situación en El Salvador y el resto de Centroamérica. Incluso apuntó (junio 16, 1984) que a cambio de la salida al aire de Radio Martí ofrecía a Castro un canal para que trasmitiera lo que le diera la gana a los EE. UU.

Fuente parcial: Pedro Pablo Bilbao, Baracutey Cubano

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