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Patricio De La Guardia mató a Allende por orden de Esteban Dido You On Here » Patricio De La Guardia mató a Allende por orden de Esteban Dido

René Ariza fue un poeta que estuvo preso en Cuba y murió en el exilio. No puedo opinar sobre su poesía porque no la he leído. En cambio, puedo y quiero opinar sobre una frase que se le atribuye, y que algunos enarbolan cada cierto tiempo. Es esa en la que Ariza habla de “el Fidelito que todos los cubanos llevamos dentro”.

Hace cincuenta y siete años que el tal Fidel se convirtió en un personaje de todos conocido y todavía abundan los que no tienen ni prostituta idea de quien es, de lo que es. Aún no se han enterado que el tal Fidel es un monstruo, alguien absolutamente fuera de lo normal, excepcional, como todos los monstruos, que son malos, pero no hombres malos, sino otra cosa. Hombres malos eran José Abrantes y Tony de la Guardia. Hombres malos son Raúl Castro y Ramiro Valdés. Fidel es otra cosa; ni siquiera el Che Guevara alcanza su nivel de perversidad.

Nadie que sea capaz de amar algo o a alguien puede alcanzar la categoría de monstruo. Esteban… quiero decir, Fidel sí la alcanza. Nunca hubo, en Cuba, otro como él, y es que los monstruos, por suerte y fortuna, siempre han sido escasos. Si todos los cubanos lleváramos dentro un Fidelito, esta ciudad, donde vivimos 800 000 mil nativos de Cuba, hubiera sido no engrandecida, sino arrasada por nosotros, como arrasada ha sido la Isla, y el gobierno federal nos hubiese enviado al Army, a los marines y a la Air Force para aniquilarnos, y así evitar que destruyéramos toda la Florida y el resto del país.

“Todo lo anterior conforma una personalidad monstruosa, sin antecedentes en nuestra historia”, escribí, hace más de veinte años, en Los niños y el tigre, después de fundamentar mi afirmación con hechos. Lo escribí en Cuba, bajo la tiranía; asumí riesgos para sacar el manuscrito de Cuba. Me pregunto ahora si lo hice por ustedes, mis compatriotas. De ser así, todo aquello hubiese sido una estupidez. Pero no: lo hice para desahogarme y como desagravio a mis padres.

Política y literariamente soy mucho más importante que René Ariza. Por cada cubano que haya leído sus versos debe haber por lo menos cincuenta que leyeron Los niños y el tigre. Sin embargo, la bobería del Fidelito Interior aún tiene suficiente vigencia como para que un guanajo por aquí y otro por allá la saque a relucir de vez en cuando.

* Otra monserga: antes que llegaran los cubanos, Miami era “un pueblo de campo”. Pamplinas. Cuando yo llegué a esta ciudad por primera vez, en 1953, Miami era más pequeña que La Habana, pero tan grande como Santiago de Cuba y Camagüey juntas; en Collins Avenue había más hoteles que en toda Cuba, el edificio del Dade County Court House era más alto que el López Serrano, entre El Encanto y Burdine’s apenas había diferencia, el Orange Bowl era mayor que el Estadio del Cerro y la actividad de los aeropuertos de una y otra ciudad era similar.

En la historia de los Estados Unidos, ningunos inmigrantes han aportado tanto a una ciudad como los cubanos a Miami. Siendo así, ¿para qué inventar mitos ridículos?

* Las únicas víctimas a las que se les reclama reconciliación con sus victimarios son los exiliados cubanos. Sesenta y cinco años después de la caída de Hitler todavía están los judíos persiguiendo nazis sin que nadie proteste, mientras aquí se escuchan constantemente las estúpidas pejigueras sobre la indispensable reconciliación con los comunistas. La intolerancia judía con los nazis es respetable; la nuestra con los ñángaras, abominable.

* El Presidente Santos no es el Presidente Uribe. Al antioqueño muy trabajador nunca se le hubiera ocurrido contratar a Baltasar Garzón como asesor en materia de derechos humanos. ¿Acaso no sabe Juan Manuel Santos la clase de farsante que es ese juez español, que hizo todo lo que pudo por meter en la cárcel a Augusto Pinochet mientras se hacía el loco con los asesinatos de Santiago Carrillo durante la Guerra Civil Española? ¿Ignora el Presidente colombiano que Carrillo mató más curas y monjes entre octubre de 1936 y febrero de 1937 que los muertos que se le atribuyen a Pinochet en 17 años de gobierno? ¿Nunca ha oído hablar de Paracuellos del Jarama, el matadero de Santiago Carrillo? “¡Carajo!”, dijo Amaranta en Cien años de soledad.

* Otra letrinoamericanada es la investigación en Chile sobre la muerte de Salvador Allende. Que si se suicidó, que si no se suicidó. ¡Qué se iba a suicidar! ¡Lo mató Patricio de la Guardia por orden de Esteban Dido! Con la trayectoria de las balas que lo mataron cualquier médico forense podría determinar si fue o no suicidio. Pero si no exhuman los restos, y el gobierno no los quiere exhumar, imposible saber la verdad.

* El tren bala que costaría $2, 500 millones para recorrer las 85 millas entre Tampa y Orlando es el mayor disparate (o la mayor cogioca) del que yo haya tenido noticia desde que llegué a este país. Ni el estadio para los Marlins se le puede comparar. Cualquier tren puede recorrer 85 millas en una hora, pero, al parecer, los viajeros entre Tampa y Orlando son gente que vive a la carrera. Quieren hacer el viaje en 25 minutos.

* Estoy feliz con la victoria de los Packers en el Super Bowl (O, como dicen algunos picúos, “Super Tazón”). No es que yo sea fan del equipo de Wisconsin; es que soy agradecido; como tax payer, les agradezco que sacaran de la competencia a los Chicago Bears. De haber estado los Bears en el Super Bowl, Barack Hussein y Michelle Obama hubiesen asistido para alentar al equipo de su ciudad; aunque no nacieron en Chicago (sólo Dios sabe a ciencia cierta dónde demonios nació Barack Hussein), esa es su ciudad. ¿Se imaginan lo que hubiera costado, lo que nos hubiera costado ese viaje?

* Aparece de nuevo la ferocidad musulmana. En Arizona, el irakí Falah Al-Maliki asesinó a su hija porque la muchacha se fue a vivir con el novio. Ya lo he dicho y no me cansaré de repetirlo: los musulmanes son inasimilables. Son salvajes y no salvajes de ahora, sino del Medioevo. Sin embargo, Barack Hussein Obama, que es uno de ellos y lo dijo claramente en su libro Dreams from my father, gasta el dinero de nuestros impuestos en traerlos aquí como refugiados.

* La primera plana de el Nuevo Herald parece editada en La Habana. Los boxeadores de allá, que van a ser (aún no son) campeones mundiales; los peloteros también de allá, que van a triunfar (aún no triunfan) en las Grandes Ligas; Mirta Medina, que cumple años. ¡Por favor! Mirta who? ¿Alguna vez vieron anunciados en la primera página de ese periódico los cumpleaños de Celia Cruz o de Olga Guillot?

* Alberto Milián, ex oficial del ejército de Estados Unidos, dice en un artículo aparecido en el Nuevo Herald: “El 11 de septiembre del 2011 esta nación se vio obligada a comenzar la guerra más larga de su historia”. (No es cierto. Al morir Kennedy en 1963 había 15, 000 soldados americanos en Vietnam y la estampida en Saigón, que tan felices hizo a los pacifistas, ocurrió en 1975). Después de una década de combates todavía nos vemos enfrascados en dos guerras (¿En dos? La guerra de Irak, ¿acaso no ha terminado? Lo pregunto porque hace mucho, mucho tiempo que allí no se producen combates; los muertos son por acciones terroristas. ¿Hay guerra en Pakistán, donde las bombas son un hecho poco menos que cotidiano? ¿Hay guerra en México? No, ¿verdad? Sin embargo en ese país se producen más muertes violentas que en Irak). El número de muertos de Estados Unidos es desalentador: casi llegan a 8, 000. (Los doce años en Vietnam nos costaron 58, 000 muertos, en la toma de un cayo japonés llamado Iwo Jima murieron 6, 000 y en Normandía los muertos fueron 3, 000 en una sola jornada).

Milián le atribuye lo que pinta como un desastre a “la falta de entrenamiento y servicio militar de la mayoría de nuestros representantes electos… Error monumental fue comenzar una segunda guerra contra el monstruoso dictador Saddam Hussein. Esto dividió el esfuerzo militar… (Cuando hablo de asuntos de los que sé más que la mayoría, nunca trato a mis interlocutores como si fueran imbéciles. Ahora, dígame, señor oficial, ya que hablamos de esfuerzos militares divididos, ¿sabe usted qué distancia había entre las tropas de MacArthur en las islas del Pacífico y las de Patton en Europa? ¿Y entre las de Guderian en Rusia y las Rommel en Libia?).

Según Alberto Milián y, supongo, un señor llamado Peter L. Bergen, en quien se apoya, invadir Irak “sirvió como propaganda a los fundamentalistas del Islam que insistían que su enemigo EE.UU. estaba en plena guerra mundial contra los países árabes y musulmanes”. (¡Pero si son ellos los que proclaman estar en guerra contra Estados Unidos para establecer ese sueño de haschis que llaman “el Califato Mundial”! Al parecer, Milián y Bergen nunca han escuchado ni leído la palabra “jihad” ni conocen su significado. Eso no tiene tormento; aquí estoy yo, tan servicial como siempre: “jihad” significa “guerra santa contra los infieles”. O sea, contra Milián, contra Bergen, contra mí, contra usted; en fin, contra lo que en Cuba llamaban “toti li mundachi”, que esos hijos de mala madre y peor padre no tienen paz con nadie ni nunca la han tenido desde los tiempos de Mahoma).

“A la guerra se va a ganar, no a sangrar”, concluye Alberto Milián (¡Una guerra sin sangre! “¡Cómo inventan esos blancos!”, diría yo si fuera negro).

* Desde que los japoneses guindaron sus katanas y se dedicaron a ver los toros desde la barrera luego de su derrota en la II Guerra Mundial, esos pueblos a los que llamamos “chinos” no han producido un militar como Vo Nguyen Giap, el general vietnamita que derrotó a los franceses en Dien- Bien-Phu y que tan bien combatió contra los americanos, aunque no pudiera derrotarlos. Otro mérito de este hombre extraño es que, siendo comunista, es capaz de decir la verdad. Al menos, un par de verdades.

La primera, que el gobierno comunista de Vietnam del Norte estuvo a punto de rendirse cuando los bombardeos masivos ordenados por Nixon. La segunda, que los pacifistas a lo Jane Fonda, John Kerry, John Lennon y toda la patulea de hippies enemigos del baño y del país en que nacieron sin merecerlo, toda esa gentuza, fueron quienes salvaron de la derrota a los sobrinos del tío Ho, aquel viejito encutarado a quien Satanás tenga consigo.

Roberto Luque escalona, Libre (Demetrio Perez Jr.)

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