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LA HABANA, Cuba - Un viejo amigo anda desconsolado por estos días. Le hacía mucha ilusión visitar a su único hijo, que vive en Miami hace 20 años, pero funcionarios consulares de la Sección de Intereses Norteamericana en La Habana le acaban de negar el visado para viajar a Estados Unidos por considerar que podía ser “un posible emigrante”.

Mi amigo tiene 64 años –como en la canción de sus bien amados Beatles- pero parece que tiene 80. Han sido demasiados años “de no ser feliz”, diría su también querido Pablo. Sus muchos achaques y los sospechosos dolores en el pecho que siente a menudo, lo ponen pesimista y le hacen temer que no verá más a su hijo.

Es otra historia más de insensibilidad burocrática frente al drama de la separación de las familias cubanas. Una más de las tantas que se escuchan en el vigilado parque de Calzada y K, a menos de 100 metros de la SINA, al que no por gusto llaman el parque de las lamentaciones. Las refieren con rabia y desconsuelo personas casi siempre ancianas que tratan de contener las lágrimas o lloran sin disimulo –saben que todos los entenderemos- porque temen morirse en Cuba sin volver a abrazar a sus hijos o conocer a sus nietos que nacieron en Estados Unidos.

No hay quien entienda las decisiones de los burócratas de aquí, allá y acullá. Pero ya nada me asombra de los muy suspicaces funcionarios consulares de la SINA, que le niegan la visa sin pestañear a viejitas y viejitos sospechosos de ser posibles emigrantes mientras congratulan y desean buen viaje a tantos ex-funcionarios desmerengados, chivatones y ex-segurosos arrepentidos y disfrazados de buena gente.

Esta historia no la escuché en el parque de Calzada, sino en la sala de mi casa, por boca de alguien habitualmente no dado a sentimentalismos (de tantos palos que le dio la vida, ay Fayad Jamís, de “tantos golpes en la vida, tan fuertes”, ay Vallejo), pero que ese día no se esforzó en ocultar que tenía los ojos algo más que aguados, cosa imperdonable en un hombre que se crió en Santa Amalia.

Me repetía que no entiende en qué se basaron los funcionarios para negarle la visa si nunca pasó por su cabeza la idea de quedarse en Miami.

Viajó dos veces a los Estados Unidos, en los años 90, en los peores momentos del Período Especial y no se quedó (no es su estilo). Menos probable aún es que se quede ahora, no porque varios amigos le hayamos advertido que siendo como es, despistado, idealista, barbudo y desaliñado hasta la exageración, inadaptado crónico, peligrosamente libertario para La Habana, demasiado de izquierda para el South West, no le arrendamos la ganancia si se queda en Miami –aunque, en honor a la verdad, tampoco se la arrendamos en La Habana que “actualiza su socialismo” cochambroso y en ruinas a ritmo de terapia de choque, atracos, vendutas y chinchales-, sino porque no tiene quién cuide de su esposa, cuatro años mayor que él, inválida y diabética.

Me pregunto entonces las razones del Departamento de Estado para no concederle la visa americana.

Si luego de leer a Robert Frost por la madrugada, mi amigo saliera a vender baratijas de segunda mano por Hialeah, con todas sus malas costumbres y las mañas matreras que aprendió cuando tuvo -entre otras cosas- que vender flores en la plaza de Cuatro Caminos para no morirse de hambre, ¿pondrá en peligro la iniciativa privada en el sur de Florida?

¿Se ofendería alguien por el Versalles si va a tomarse un café y le da por ponerse a hablar mierda y lo confunden con otro, y no precisamente con Gingsberg?
Dicen que lo encerraron una vez en Mazorra y lo tuvieron a punto para un electro shock. ¿Y si le da por insubordinar a los viejos y los locos de todos los boarding homes de la Unión, formar soviets y hacer, ahora sí y para que sirva de algo, la revolución?

Últimamente noto a mi amigo demasiado entusiasmado con el parecido de las protestas contra la política económica de Sarkozy con el París de mayo de 1968. Siempre lamentó no haber estado allí, con flores en el pelo y un adoquín en la mano izquierda. Espero no haya hablado de eso en la desafortunada entrevista en la SINA, que lo declaró “posible emigrante”.

Luis Cino
luicino2004@yahoo.com

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